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En nombre de la modernidad y la bonanza del progreso, el ser humano ha desafiado las leyes y los principios esenciales de la naturaleza, convirtiéndose en un trasgresor que ha quebrantado los límites que soportan el equilibrio de los ecosistemas en nuestro planeta, colocando en un escenario incierto y de crisis a la biodiversidad y a la humanidad.

Las Naciones Unidas, en una reunión en marzo de 2019, declararon la década de 2021 al 2030 como el “Decenio de la restauración de los ecosistemas”, con el objetivo de poner el foco en la protección y, sobre todo, la regeneración de los diversos ecosistemas del mundo para el beneficio de las personas y de la naturaleza.

Abrir los ojos ante la magnitud de la degradación medioambiental, cuyo resultado es un funesto impacto ecológico que ha puesto en vilo nuestra existencia, es una imperiosa necesidad; estamos transgrediendo los límites planetarios.

Es urgente e inexcusable diseñar e implementar programas y estrategias con impacto sistémico como rutas de cambio que favorezcan la sostenibilidad global, que posean y abriguen la visión hacia el desarrollo y diseño regenerativo, que tengan impacto positivo de mejora en todas las manifestaciones de la vida en el mundo, y que influyan en reducir el ritmo desordenado de las economías de mercados desarrollados, en vías de desarrollo y emergentes.

La visión holística y declaración del desarrollo y diseño regenerativo nos enfatiza y recuerda la responsabilidad ética que tenemos como integrantes de un ecosistema, de hacer propio el reto e importancia de fortalecer las relaciones coevolutivas, los valores y la ética, y la bioculturalidad interconectada con el origen y colaboración entre los seres humanos y la naturaleza para conservar el equilibrio y armonía universal. Es así que los seis pilares fundamentales para impactar en la sostenibilidad del desarrollo humano, la esencia física, material, funcional, emocional y espiritual de nuestra naturaleza misma, están ahí, como nodos que exigen atención hoy, no mañana: lo social, ecológico, económico, cultural, político y espiritual.

La disciplina y los procesos de creación como la biomímesis disruptiva, profundizan en comprender cómo a través de relacionarnos, observar y aprender de la naturaleza, se generan y construyen soluciones innovadoras multisensorial y multidisciplinariamente, además de sostenibles, regenerativas; tal como lo hacen los ecosistemas.

No se trata de imitar las formas de la naturaleza, sino observar los principios, los procesos, el diseño mismo del mundo natural, aprender y hacer sinergia con ellos para preservar el equilibrio y flujo sostenible circular de la vida; dejemos que el ecosistema guíe el desarrollo.

La moda experimental y el diseño regenerativo, fungen como catalizadores de la experiencia sensorial, expresiva y cultural, así como un recurso de exploración morfológica biomimética a través de la deconstrucción de superficies, siluetas, aplicaciones, etc., por medio de re-integrar materiales y técnicas que se encuentran prodigiosamente en los territorios que ocupamos, respetando la identidad como memoria cultural y simbólica y que mediante la innovación disruptiva, se generen nuevas propuestas de valor y resignificación, que nos lleven a pensar diferente, creando un sistema y mercado de consumo distinto y mucho más responsable.

Es momento de romper esquemas, ser disruptivos y restaurar las estructuras, para llevar el Diseño regenerativo, experimental, responsable y ético a las calles, en conciencia colectiva accesible a nuevos consumidores que no encuentran respuestas a necesidades sostenibles insatisfechas por la industria.